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Estrategias agroecológicas para controlar plagas en invernadero

por Redacción

Actualmente, para el ingreso de alimentos frescos a mercados internacionales debe cumplirse con la exigencia de que estén libres de plaguicidas. Debido a ello, muchos agricultores optan por producir cultivos con técnicas apegadas a agroecología. Estas prácticas agroecológicas han tomado fuerza en las últimas décadas, no solo por ser saludable para la seguridad alimentaria, sino que al mismo tiempo conserva la biodiversidad global.

Los sistemas de producción agrícola de cosechas alimentarias han logrado suministrar grandes volúmenes de alimentos a los mercados mundiales. Sin embargo, los altos insumos importados y los sistemas agrícolas intensivos han causado deforestación masiva, escasez de agua, pérdida de biodiversidad, agotamiento del suelo y altos niveles de emisiones de gases de efecto invernadero. La agricultura convencional es un sistema productivo de carácter artificial, basado en consumo de insumos, como energía fósil, herbicidas, insecticidas, abonos químicos y sintéticos. Estas prácticas deterioran la resistencia natural de las plantas a las plagas y enfermedades, destrucción progresiva de la flora microbiana, terrenos estériles y contaminación del agua subterránea. Por el contrario, la agroecología preserva la estructura y función de los agroecosistemas desde el punto de vista de sus relaciones ecológicas y culturales y es considerada como un instrumento de cambio social.

En las prácticas agroecológicas y orgánicas se implementan franjas de vegetación nativa diferentes al cultivo para albergar a la fauna benéfica. Estas franjas se pueden colocar intercultivo o pericultivo, en invernadero y en cultivos abiertos. Los beneficios que generan las plantas nativas entre los cultivos y la vegetación circundante a la fauna benéfica controladora de plagas mejoran el impacto natural del enemigo al proporcionar alimentos, refugio y huéspedes apropiados a la artropofauna benéfica. Además, algunos depredadores y parasitoides también se alimentan de malezas, como los insectos depredadores con piezas bucales perforadoras y succionadoras se alimentan de otros insectos y de savia para sobrevivir. Se ha comprobado también que algunas especies de arañas beben néctar de las flores si no encuentren presas vivas. Por ello es importante preservar malezas con flores o nectarios extraflorales para mejorar la supervivencia de la fauna benéfica que colabora en el control de plagas. 

Dentro de las prácticas agroecológicas se encuentra el uso de los depredadores naturales de las plagas en cultivos y en la vegetación circundante. Las arañas son uno de los depredadores más importantes dentro de los artrópodos, por lo que Nyffeler & Birkhofer (2017) estimaron que la caza anual de presas, de la comunidad mundial de arañas está entre los 400 – 800 millones de toneladas, siendo los insectos y colémbolos más del 90% de las presas capturadas. Sin embargo, en relación con el control de plagas, las arañas asociadas a los cultivos anuales sólo contribuyen con menos del 2% a la caza anual de presas, debido a que los campos cultivados son hábitats perturbados con baja biomasa de arañas y una temporada corta de alimentación. La mayoría de las presas son insectos de los órdenes Diptera, Hemiptera, Hymenoptera, Collembola, Coleoptera, Lepidoptera, Orthoptera y también otras arañas.

Equilibrio natural en los ecosistemas agrícolas

El control biológico de las plagas no solo mejora la producción agrícola, sino la seguridad alimentaria, fundamentalmente con la implementación de un control integral de depredadores, parasitoides y patógenos nativos, de hábitats adyacentes a los campos de cultivo. Estos enemigos naturales potenciales en los sistemas agrícolas suelen ser escarabajos depredadores, hemípteros  y  arañas.  Las arañas se dispersan fácilmente, son diversas y abundantes en los campos agrícolas y al ser generalistas consumen una amplia gama de insectos sin perjudicar a las plantas de cultivo, además contribuyen con la nutrición del suelo y las plantas al incorporar nitrógeno de los desechos de exoesqueletos de las presas, seda de sacos de huevos, huevos muertos, exuvias, etc.

En ambientes no disturbados, todos los seres vivos viven en equilibrio. Cuando el hombre ingresa a estos lugares, por lo general destruye hierbas, arbustos y árboles que son nichos de insectos benéficos y de insectos plagas, de aves y otros animales. Además, en el afán de obtener su alimento se inicia la agricultura, se dedican al monocultivo o manejan sistemas de producción con tres a cuatro cultivos; en el transcurso del tiempo, aparecen enfermedades de poca importancia que con el tiempo y las condiciones favorables se tornan en enfermedades de importancia económica por que reducen los rendimientos, afectan la calidad y generalmente inciden en los costos de producción generando un uso indiscriminado de plaguicidas.

Bajo este manejo todos los organismos benéficos se ven afectados, las poblaciones de microorganismos se van reduciendo poco a poco por el desplazamiento de los patógenos. Una alternativa para retornar al equilibrio es aislar poblaciones nativas de microorganismos benéficos para devolverlos a estos lugares y tratar de subir las poblaciones de tal forma que nuevamente se encuentren en equilibrio. La producción de cultivos se puede ver afectada por algunos enemigos naturales, entre los que están las malezas, hongos, bacterias y nemátodos, cuya incidencia puede afectar significativamente la producción y productividad de estos. Debido a que la aplicación de agroquímicos afecta el medio ambiente y la salud, es que se están buscando alternativas tecnológicas no químicas para reducir el uso de agroquímicos en la agricultura.

La búsqueda de técnicas que controlen a nemátodos y hongos del suelo, sin hacer uso de principios activos nocivos para el ser humano y el medio ambiente, es el centro de atención de los investigadores en todo el mundo. Una de estas técnicas lo constituye la solarización del suelo. Esta consiste en cubrir el suelo húmedo con plástico transparente delgado durante el verano. La radiación solar pasa por medio del plástico y se acumula en el suelo, induciendo cambios físicos, químicos y biológicos en el mismo. El tratamiento dura más de cuatro semanas, tiempo necesario para ejercer un control en las capas profundas del suelo. Un manejo satisfactorio depende de la duración del tratamiento, la intensidad de la radiación solar y de la conductividad térmica del suelo.

Otra de las técnicas evaluadas para el control de fitopatógenos del suelo, sin la intervención de productos nocivos al ser humano y el medio ambiente, lo constituye la biofumigación. Esta consiste en la acción de las sustancias volátiles producidas en la descomposición de residuos orgánicos en el control de patógenos, incrementando su eficacia cuando se incluyen en un sistema integrado de producción de cultivos. 

La biofumigación puede ser usada en combinación con cubiertas plásticas u otras coberturas del suelo que retengan el calor de la energía solar y aumenten la temperatura del suelo (biosolarización); además de retener los gases generados durante el proceso. La incorporación de residuos orgánicos al suelo puede incrementar la eficacia de la solarización, observándose un mayor efecto al utilizar especies de brásicas como material vegetal; lo que constituye una buena alternativa al uso de fungicidas químicos. La efectividad de la técnica implementada se ve afectada por diversos factores, como el clima y el estado del tiempo, las características del acolchado plástico, la duración de la técnica, las propiedades del suelo y el contenido de humedad, así como la cantidad de materia orgánica aplicada.

Conseguir controlar poblaciones de insectos-plaga mediante el uso de enemigos naturales, reduce la dependencia en insecticidas que no solamente son costosos sino que tienen efectos perjudiciales para el medio ambiente

El uso de medidas de control no contaminante se ha incrementado en los últimos años, permitiendo reducir la aplicación de agroquímicos que afectan el medio ambiente

María Elena Ledesma Venegas

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