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Rendimientos superiores con injertos en hortalizas

por Redacción

Conseguir una mayor resistencia a ciertas condiciones climáticas y enfermedades o plagas típicas del área de cultivo, eligiendo un patrón bien adaptado a estos pormenores para aprovecharse para injertar la variedad de interés, es uno de los beneficios más importantes del uso de injertos en la producción de hortalizas.

Otros aspectos interesantes son la posible obtención de frutos distintos: se pueden lograr plantas-quimera que den varios frutos a la vez, siempre y cuando el injerto y el patrón sean compatibles. Normalmente, solo se pueden injertar especies que estén emparentadas, como por ejemplo el almendro con melocotoneros, o el naranjo y el limonero. Asimismo, la transmisión de las características deseadas ya que se trata de una forma de propagación asexual, podemos conseguir clonar una planta que no pueda ser cultivada mediante semillas. Lograr la aceleración de la maduración de los frutos: el injerto se aprovecha de la madurez que posee el pie y puede ser cosechado en menos tiempo. Conseguir la polinización en plantas dioicas: se pueden injertar ramas masculinas en árboles femeninos para lograr la polinización de la planta sin tener que dedicar espacio de cultivo a plantas masculinas.

Si se dispone del portainjerto adecuado, con planta injertada podremos además potencialmente superar problemas del suelo: salinidad, mal drenaje; mejorar la tolerancia a bajas o altas temperaturas del suelo, lo que nos puede permitir la modificación de ciclos de cultivo y sobre todo su alargamiento. También se pueden recuperar para el cultivo antiguos cultivares que se dejaron de emplear por su poco vigor y que al ser injertados sobre un portainjerto vigoroso, pueden alcanzar más desarrollo vegetativo y permitir en ese caso, probablemente un aprovechamiento rentable. Aunque no está comprobado de forma tan clara como ocurre en fruticultura, en algunos casos, también puede ocurrir en nuestro sector, que injertando sobre un portainjerto adecuado, se consiga mejorar la calidad de fruta en algún cultivar que tuviera deficiencias en este sentido.

En definitiva, el injerto en hortalizas, empleando el portainjerto adecuado, que se adapte a condiciones de suelo más frío o más caliente, puede permitir cambios en los ciclos de producción, adelantando o retrasando plantaciones; también puede permitirnos incrementar la producción de una determinada infraestructura y mejorar desde el punto de vista de la amortización de las inversiones; nos puede permitir también, si el portainjerto posee características apropiadas, tolerar condiciones estresantes del suelo que sin injertar es posible que no pudiesen ser superadas. En los últimos tiempos y debido al alto coste de algunas semillas, si injertamos y conseguimos un sistema radicular con mayor capacidad nutricia, podremos podar la planta para conseguir de ella más brazos y consecuentemente reducir la densidad de plantación y en definitiva, realizar un mejor aprovechamiento de la planta injertada cuya parte-injerto tiene un alto precio.

Uno de los problemas a los que se enfrenta la difusión del uso de la técnica del injerto en horticultura son los costos involucrados. Naturalmente esto puede hacer que el agricultor sea todavía reticente al empleo de este tipo de planta. Es de esperar que con el aumento del empleo de planta injertada por parte de los agricultores, por efecto de la economía de escala, los precios disminuyan. También es importante buscar otras vías para disminuir el coste, como puede ser el uso de menos plantas por unidad de superficie al poder aprovechar mejor las plantas, realizándolas una poda que favorezca la ramificación y el aumento del número de brazos productivos por planta. El que una planta injertada pueda ser mejor aprovechada que una sin injertar, viene motivado por el hecho de que la mayoría de los portainjertos que se emplean son híbridos interespecíficos y suelen tener mayor vigor, el sistema radicular tiene una gran capacidad nutricia y es capaz de alimentar mayor masa vegetativa la cual puede soportar el desarrollo de mayor número de frutos y por tanto aumentar la producción por planta. Las plantas con ese vigor necesitan también mayor espacio, por lo que es preciso cambiar la densidad cuando se poda y conduce –como en el tomate o el pepino– la planta a más de un brazo.

El injerto como solución a los problemas de enfermedades de suelo

El injerto de hortalizas tal y como lo conocemos hoy en día, se desarrolló inicialmente en Japón y Corea con el objetivo de superar problemas debidos a enfermedades de suelo, principalmente Fusarium. Más tarde se fueron vislumbrando otras aplicaciones de esta técnica, en línea con lo que se conocía en otros tipos de cultivos, principalmente frutales, por lo que en los años 70-80 en estos países se abrieron nuevas posibilidades y vías de trabajo para las empresas de semillas, buscando portainjertos que no solamente aportasen resistencia a enfermedades o nematodos, sino también otros beneficios como tolerancia a bajas o altas temperaturas, vigor, incremento de la producción, etc.

Al utilizarse el injerto en hortalizas como solución a los problemas de enfermedades de suelo debido a la resistencia que presentaban los portainjertos a las enfermedades producidas por Fusarium, Verticillium, Phytophthora, Pseudomonas y virus. El tipo y grado de resistencia varía con el portainjerto, encontrándose que en algunos casos las supuestas resistencias resultaron no ser tales, sino que las plantas, debido posiblemente al vigor y rusticidad de muchos portainjertos, han sido capaces de desarrollarse y producir aun cuando se han visto afectadas por la enfermedad, siendo más correcto en este caso hablar de “tolerancia” o de “convivencia”.

Aunque haya indicios de que los injertos controlan muchas enfermedades comunes, el éxito final probablemente dependerá de un eficiente monitoreo de los cambios en las poblaciones de patógenos y otras de las consecuencias inesperadas. Es normal que los sistemas radiculares de los portainjertos empleados en las diferentes especies sean generalmente mucho más vigorosos que los de las plantas que sobre ellos se han injertada y que puedan absorber agua y nutrientes de forma mucho más eficiente en comparación con las plantas no injertadas. Esto influirá en la absorción de nutrientes como demostraron diversos autores. Otra ventaja de contar con plantas más vigorosas, suele ser la posible reducción de la frecuencia de aplicación de productos fitosanitarios mediante el uso de portainjertos vigorosos, sobre todo la de fungicidas, pudiendo haber casos en que estos tratamiento queden excluidos totalmente, lo que sería de gran interés en estrategias de producción en cultivo biológico.

En los países occidentales el injerto de hortalizas comenzó a utilizarse comercialmente en los años 90, principalmente para solucionar problemas de enfermedades de suelo debidas al uso intensivo del mismo, injertando cultivares locales sobre portainjertos introducidos de fuera. En la mayor parte de los países occidentales el uso intensivo del terreno es algo inevitable, siendo normal que los agricultores repitan los mismos cultivos sobre el mismo suelo año tras año, lo que genera importantes problemas de enfermedades. Por otro lado el cultivo protegido permite cultivar fuera de estación para adelantar la producción o alargar los ciclos de cultivo, lo que puede generar problemas debido a las bajas temperaturas, alta humedad, deficiente intensidad de luz, etc., las plantas que se cultivan bajo estas condiciones de estrés son más sensibles a la incidencia de enfermedades pero también sufren desórdenes fisiológicos y disminución de la calidad.

El empleo del portainjerto adecuado no sólo puede minimizar los problemas de enfermedades asociados a la repetición de cultivos, sino también permite obtener plantas más vigorosas, aumentar rendimientos, mejorar la tolerancia a altas y bajas temperaturas, a suelos salinos y a la asfixia radicular, mejorar la calidad de los frutos, la absorción de agua y nutrientes, mejorar la tolerancia a la presencia en el suelo de metales pesados y contaminantes orgánicos, alargar el ciclo de cultivo, introducir la posibilidad de rotaciones en que los cultivos que se rotan dejen de estar restringidos. Una ventaja del injerto desde el punto de vista medioambiental es que los residuos que se generan con esta técnica son residuos orgánicos, fácilmente degradables, no existen plásticos u otros materiales que deban ser reciclados.

Técnica de empleo habitual en solanáceas y cucurbitáceas

La definición clásica que en producción vegetal se lleva décadas admitiendo, se debe a Hartmann y colaboradores que desde la primera edición de ese tratado –un clásico de la literatura técnica en Producción Vegetal sobre propagación de plantas– señala que: “El injerto es la unión de dos porciones de tejido vegetal viviente de modo que se unan, crezcan y se desarrollen como una sola planta”.

La producción de hortalizas empleando planta injertada, algo que puede parecer raro a mucha gente no bien informada, es una realidad en muchos lugares del mundo desde hace años, sobre todo si se trata de países asiáticos. En Japón y Corea es una técnica de empleo habitual para la producción de solanáceas y cucurbitáceas sobre todo en invernadero, situación en la que puede llegar a representar, para alguno de los cultivos pertenecientes a esas familias, cerca del 100% de la superficie cultivada.

En Europa es, desde hace algunos años, cada vez más frecuente el empleo de planta injertada, siendo hoy España el país en el que mayor aplicación se está haciendo, también Italia y Holanda y en menor medida Francia, Portugal y Turquía, son países en los que el empleo de planta injertada va ganado superficie día a día. También existen otras zonas donde va ganando cuota, aunque también muy lentamente, como puede ser Marruecos y en América: México, Chile y Estados Unidos, país en el que en los últimos años ha despertado un vivo interés.

Marisa Zuriaga León

Las raíces de los portainjertos empleados suelen ser mucho más vigorosas que las de las plantas que sobre ellos se han injertado

En general, el injerto es un método eficaz para mejorar la calidad de la fruta en condiciones de salinidad, si las condiciones de crecimiento son adecuadas

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