Portada » INVERNADERO

INVERNADERO

por Redacción

Insectos antagonistas y mallas para controlar áfidos en tomate

Leonor Casillas Mejía

En la producción de tomate, los áfidos producen daños directos al cultivo debilitando la planta al alimentarse de la savia que circula por el floema. En el caso de trasplantes al aire libre, las plántulas afectadas quedan sensibles al ataque de otras plagas y enfermedades. Ataques severos de la plaga pueden afectar la fotosíntesis de las plantas de tomate cuando los pulgones excretan exceso de mielecilla, lo cual termina favoreciendo el desarrollo de fumagina. La mayor importancia de los áfidos se debe a la capacidad de transmitir virus.

Los pulgones son insectos pequeños de hasta 4 mm de longitud. En general existen adultos alados y ápteros en la misma especie, con tendencia forman colonias sobre la planta infestada. Se reconocen por su cuerpo globoso, piriforme, frágil y su característica posición casi inmóvil en las hojas de sus hospederos, con el aparato bucal picador chupador siempre inserto en el tejido vegetal. Las estructuras exclusivas presentes en el abdomen permiten identificar las especies, estos son la cauda, que se ubica en la parte distal del abdomen y los sifones o cornículos ubicados entre el quinto y sexto segmento abdominal dorsal. Entre los depredadores destacan las chinitas, que tanto en estado de larva o adulto consume pulgones y los sírfidos, o mosca conocida como mosca de las flores, cuya larva se alimenta de pulgones. El neuróptero Chrysoperla sp (crisopa), en su estado de larva es otro importante depredador de pulgones. Entre los parasitoides destacan los microhimenopteros o microavispas de los géneros Praon y Aphidius, que colocan un huevo en el interior del pulgón, de donde eclosa una larva que se alimenta del pulgón provocándole la muerte. En general el control de pulgones se da de forma natural, tiene la desventaja de que aparecen tarde en el cultivo, cuando las poblaciones de pulgones son muy altas y el daño ya está hecho.

En condiciones de cultivo bajo plástico se deben tomar medidas como la utilización de mallas antiáfido, colocadas en paredes, aberturas de ventilación, vigilar que no existan aberturas en la instalación que permitan la entrada de áfidos, hacer monitoreo y diagnóstico y control de malezas tanto dentro como fuera del invernadero ya que estas son hospederas de pulgones, en especial las malezas gramíneas, correhuela, diente de león, lechuguilla. Se debe controlar las malezas antes del trasplante.

La detección de la plaga se puede realizar mediante trampas amarillas. La llamada trampa Moerike consiste en un recipiente amarillo con agua y algún detergente. También mediante trampas pegajosas. En plantaciones tempranas, en almacigo y en invernadero, pueden ser vectores de virus, bastando solo un pulgón infectado para que la transmisión de virosis afecte una gran cantidad de plantas. En invernadero revisar las plantas que están cercanas a las paredes y puertas. Es importante saber que en tomate el pulgón verde del duraznero coloniza las hojas viejas basales por el envés de la hoja y cuando las infestaciones son altas, tiende a homogenizarse en toda la planta, llegando a los ápices y afectando el haz de las hojas.

Los síntomas asociados a los daños que causan los áfidos son la deformación o el enroscamiento de los brotes jóvenes, amarillamiento o clorosis, y posterior necrosis de las hojas jóvenes por pérdida de pigmentos fotosintéticos –clorofila a, clorofila b y carotenoides– indispensables para el crecimiento de las plantas y formación de agallas en tallos y raíces. Los áfidos excretan una sustancia azucarada, conocida como rocío de miel. Esta sustancia posibilita la fijación a la planta de una mezcla de hongos saprofíticos del género Capnodium, azúcares y partículas de polvo y grasa desde el ambiente. Tal combinación de elementos produce en la superficie de hojas, tallos, ramas y frutos, un recubrimiento negro que se conoce como fumagina o negrilla, el cual interfiere con el normal desarrollo de las actividades fotosintéticas de la planta.

La producción de rocío de miel le permite también a los áfidos mantener una asociación simbiótica facultativa no especifica con hormigas, Hymenoptera: Formicidae, aunque algunas veces prefieren atender determinadas especies de áfidos. Esta asociación mutualista consiste en que las hormigas protegen y transportan los áfidos a diferentes sitios de alimentación, y a su vez las hormigas obtienen el recurso energético del rocío de miel, que contribuye a aumentar el potencial de dispersión de los áfidos.

Perjuicios a la producción y calidad de las cosechas

Algunas especies de áfidos pueden llegar a tener más de diez generaciones en un año. Desde el punto de vista agrícola, lo más importante de los áfidos es su capacidad de infección viral de una planta a otra y la acción tóxica de las secreciones salivares que inyectan durante su proceso de alimentación y que causan serias alteraciones en el crecimiento de las plantas. Además del daño directo en la planta por su alimentación, los daños también provocan una disminución en los rendimientos y calidad de las semillas. Se considera que los áfidos son los responsables de la transmisión del 55-60% de los virus de las plantas, o del 80% al 90%.

La producción de hortalizas en ambientes protegidos de los trópicos húmedos y en climas cálidos, es vulnerable al estrés climático –valores elevados de temperatura y humedad–, plagas y a las enfermedades virales trasmitidas por ellas.

El uso de mallas plásticas en ventanas de invernaderos, microtúneles y malla- sombra, se recomienda para prevenir daños importantes de los cultivos a causa de insectos. Su principal función es ejercer como barrera física que impide la entrada de insectos al interior del invernadero y, por lo tanto, una baja incidencia de enfermedades, minimizando la necesidad de tratamientos fitosanitarios. El uso de mallas está muy difundido, pero tienen una influencia negativa haciendo descender las tasa de ventilación natural y, por tanto, aumentan la temperatura y la humedad al interior de ambientes protegidos.

La eficiencia de estas mallas depende principalmente del tamaño del mallado (debe ser menor al diámetro torácico del insecto más pequeño que se quiere excluir), su sección transversal y propiedades ópticas (tales como el color). La porosidad de la malla es la relación entre el área de los poros y el área total; depende del diámetro del hilo y del número de hilos por unidad de área, y determina la reducción en la tasa de ventilación natural.

Debido a esta resistencia la velocidad del aire, la temperatura y la humedad en el interior de los invernaderos son modificadas y se reduce la transmisión de luz, afectando negativamente el crecimiento y desarrollo del cultivo, y favoreciendo la aparición de enfermedades. Las mallas empleadas normalmente en invernaderos disminuyen la tasa de ventilación aproximadamente 40% en mallas anti-insectos, y 70-80% en mallas anti-trips, aunque esta disminución puede ser más alta si la velocidad del viento es muy baja.

Los áfidos en tomate son responsables del 70% de las virosis que esta planta puede presentar

Los áfidos son insectos polífagos succívoros y se alimentan de una importante cantidad de cultivos en agricultura protegida

La estrategia de control debe diseñarse para evitar la transmisión de virus, lo que hace que los niveles de población tolerables sean muy bajos, incluso en tomate en invernadero su presencia debiese ser nula

A la fecha, son aproximadamente cuatro mil las especies de áfidos descritas y se reporta hasta el momento que 192 transmiten 275 tipos de virosis. Los virus se alojan en los estiletes maxilares o en las glándulas salivares, en el momento de la succión de savia. Esta capacidad de transferencia de virus patogénicos convierte a los áfidos en uno de los grupos de artrópodos más importantes en la producción agrícola

Relacionados

Este sitio utiliza cookies para mejorar tu experiencia, ¿estás de acuerdo en seguir haciendo uso de nuestra plataforma? Aceptar Leer Más

G-TXBK23WRF0